Sir Alex ha decidido hablar en esta ocasión sobre un tema bastante importante que afecta al mundo de la educación no formal (ámbito educativo no reglado): el comportamiento de los padres en el deporte escolar. Vamos allá:
Desde el
inicio de los tiempos, los padres han sido unas figuras a las que queremos
sorprender superándonos cada día.
Según me he
informado, antes era poco habitual que los padres fueran a los partidos de sus
hijos. Pero cada vez más padres, se han ido presentando a disfrutar de los
distintos deportes que practican sus hijos el fin de semana. Aunque haya ido
aumentando el número de espectadores en los distintos deportes infantiles,
muchos padres siguen sin presentarse. Desde mi punto de vista estos son
algunos de los motivos por los que los padres pueden no ir. Porque no les apetece, porque no les gusta
el deporte que practica su hijo, porque
no pueden, o la más dura de todas, porque no les dejan. Ya que por motivos que
luego explicaré, muchos hijos no permiten a sus padres ir a ver el deporte en
el que participan.
Desde luego,
por este famoso “ir o no ir”, no puedes
definir como es cada persona. Mucha gente no va a ver un partido por algunos de
los motivos antes mencionados, pero luego en casa pueden ser personas geniales
con sus hijos. No puedes basar tu opinión sobre una persona en “él va al
deporte” que gran persona es y “él no va” que mala persona es. Pues luego, en
otros aspectos, pueden ser padres maravillosos los que no van y no tanto, los
que sí que van.
Hoy estoy
hablando de los padres, al igual que puedo hablar de cualquier persona de la
familia: abuelos, tíos, primos, hermanos,... Cualquier persona que vaya a ver el
deporte de su familia es incluida en esta reflexión. Toda la familia.
Otro tema
que quiero tratar en relación al deporte de los niños, es el respeto.
El primero
del que voy a hablar va a ser el respeto a los árbitros. Yo mismo, muchas veces
cuando veo un partido, estoy en desacuerdo con el árbitro (más que muchas veces
yo diría que casi siempre). Ser árbitro, es uno de los trabajos más difíciles; hagas lo que hagas, te van a criticar, te van a pitar y se van a
quejar. En los profesionales, lo
entiendo, pero en niños pequeños… La imagen
que den los padres a sus hijos quejándose o insultando al árbitro, es lo que
luego el hijo va a hacer. Porque lo que los padres hagan los hijos lo van a
repetir, ya que piensan que es lo
correcto.
El respeto a
los jugadores: a los del equipo contrario y a los del equipo de tu hijo. Muchas
veces, he oído a padres insultar o gritar a algún jugador del equipo contrario.
Y lo que consiguen, en la mayoría de los casos, es avergonzar a su hijo.
Además, en caso de que no se ruborice
por su culpa, pasa lo que ya he
comentado antes: su hijo aprende mal lo que hay que hacer y lo va a repetir después. En el caso de hacerlo con los jugadores del
equipo de su hijo, además de lo anterior, pueden provocar que el niño, al oírlo del padre de un amigo, llegue a romper los lazos de amistad con el hijo y el padre. Lo
único que el padre consigue, es que el hijo se enfade con él. Y es por eso, que como ya comenté al
principio, hay hijos que no dejan ir a
sus padres a ver sus partidos.
El respeto a los entrenadores. Muchas veces, cuando no
sacan a su hijo, los padres se suelen enfadar y eso lo puedo llegar a entender,
pero lo que no entiendo es que haya
“peleas” con los entrenadores por eso. Los entrenadores, sacarán a quien ellos crean que debe jugar:
los que más se esfuercen en los entrenamientos, los que mejor lo hacen, los que
no han jugado en el partido anterior… Y eso los padres no lo deberían juzgar.
También pueden meter en problemas a su hijo con el entrenador, y conseguir el efecto contrario, que no le saquen
en los siguientes partidos. Puedes también llegar a sembrar la inseguridad en los entrenadores, que al fin y al
cabo, están entrenando niños. No son de
primera división y una respuesta negativa por parte de los padres no ayuda a su
formación.
El respeto a
los aficionados. En el deporte, muchas veces hay disputas entre la gente de un equipo y la del otro. Por decisiones arbitrales, por
el resultado y por mil razones más. Normalmente, no pasa de un par de gritos y rara vez llega a
mucho más. Pero cuando llega, los padres no enseñan nada a su hijo, porque aunque
tal vez lo que quieran sea defenderle, sería extraño que sintiera
agradecimiento por verle pelear con otro señor en su partido. Mucho menos
orgulloso se va a sentir si le ve pelear con un padre de su propio equipo.
Porque parece mentira, como el deporte puede unir tan fácilmente a la gente, al
igual que sencillamente puede separarla. Gente con la que tú te llevas bien
desde hace más o menos tiempo, en un segundo te enfadas y puede llegar incluso
a terminar la relación. ¿Y por qué?, ¿Porque tu hijo juega y el suyo no? ¿Porque
tu hijo no pasa al suyo? ¿De verdad eso es motivo suficiente para una pelea?
De momento,
sólo he hablado de las cosas que pueden
pasar durante el partido pero… ¿y las que pasan después? Trataré dos de ellas.
La primera, las
críticas de después del partido. Cuando los padres vuelven a llevar a su hijo a casa, en el coche, se suele comentar
con él el partido. Si lo hace mal o no tan bien como el padre se esperaba, él
suele “criticar” la actuación de su hijo. Pero eso sí, hay dos tipos de
críticas, las constructivas y las destructivas. La primera de las críticas, la
constructiva, es una crítica en la que los padres dicen al niño lo que no ha
hecho bien. El padre, le habla dejando claros los puntos a mejorar. Hace esta
crítica con el único objetivo de que el niño mejore lo que él haya visto mal.
Yo estoy totalmente de acuerdo con esta crítica, es ayudar a mejorar. Te dicen
lo que has hecho bien y lo que deberías mejorar. En cambio, la crítica
destructiva, no tiene como propósito que el niño mejore y no es en un tono
afable sino que es para recalcar y echarle la bronca por las cosas que ha hecho
mal.
La segunda situación que podría ocurrir después del
partido, sería todo lo contrario a lo antes mencionado, el niño se ha hecho un
partidazo y el padre le felicita, cosa que me parece genial. Pero a donde yo
quería llegar es que muchas veces los padres no felicitan a sus hijos. Y como niño os puedo
asegurar que un simple “muy bien hecho” se agradece y se nota. Y esto es todo
por hoy, hasta la próxima.
Ahora me toca a mí:
Para poder hablar de este aspecto, debo retomar mis experiencias pasadas en el mundo del deporte. Soy una persona que siempre ha estado ligada al mundo deportivo, concretamente en el fútbol y fútbol sala. Actualmente sigo disfrutando del fútbol sala como jugador "medio retirado" (Sir Alex dice que me arrastro por el campo) y he estado mucho años como entrenador (10 años) y presidente (5) de un club deportivo de chicos.
Uno de los asuntos que más me alejaron de este entorno durante mi experiencia como educador fue el contacto con las realidades de padres dentro del deporte escolar; quizás, la más determinante para que dejara de estar cerca.
Considero el mundo deportivo escolar como esencial para el desarrollo de cualquier chico. Todos deberían pasar por alguna experiencia (me da igual el deporte aunque mi recomendación se centra en la práctica grupal) y nutrirse de las diferencias competencias o valores que aporta la implicación y práctica de cualquier ambiente: habilidades sociales, autonomía personal, cultura de esfuerzo y de superación, compromiso y sacrificio, construcción de relaciones fuera del colegio, identidad,... Creo que enumerar todas las ventajas supondría una entrada muy amplia, pero estoy convencido que es algo muy bueno para cualquier chico.
El papel de las familias en este ámbito es fundamental en el crecimiento de cualquier chico. Sinceramente, hacen verdaderos esfuerzos (no sólo económicos) para que cada chico pueda disfrutar de un deporte o actividad física: madrugones en los días de "descanso", acompañarlos desde la grada mientras juegan, cuadrar horarios para poder llevarlos a entrenar, dotar de material necesario para que puedan llevar a cabo esa práctica,... e infinidad de sacrificios que muchas veces no somos tan conscientes.
Pero también la presencia de los padres tiene riesgos, y a veces, muy altos. Lógicamente, no sería justo catalogar a un colectivo tan amplio en este juicio de valor que voy a intentar plasmar, pero en muchas ocasiones, nos topamos con un porcentaje de gente que desentona notablemente sobre una mayoría civilizada. Creo que las familias y las entidades del deporte base tienen varios retos por delante:
-Comprender que la práctica deportiva es un entorno educativo y de crecimiento para cada chico. Eso implica que todos nuestros comportamientos, actitudes y comentarios son instrumentos educativos que no siempre utilizamos correctamente o que posteriormente, serán "plagiados" por nuestros jugadores o hijos.
-Eliminar cualquier menosprecio, faltas de respeto, insultos o amenazas de cualquier terreno de juego. El deporte es un ámbito en el que "lamentablemente", está cada vez más aceptado el saltarse ciertas normas de la convivencia social y creo que es un auténtico error. Podemos hacer referencia rápidamente a cualquier plataforma donde podamos ver el comportamiento de aficionados o sus propias actitudes (qué interesante sería hacernos el ejercicio de ser grabados y luego poder vernos tranquilamente, una vez haya finalizado nuestra pasión deportiva, para ver si nos reconocemos).
-Reconocer la imagen de autoridad y respetarla. ¡Cuántos de nosotros nos centramos en la figura de un árbitro y "adornamos" su trabajo o vejamos su propia persona! (con lo difícil que es eso de acertar en directo o tomar una decisión en décimas de segundos). Debemos cooperar para dignificar una figura esencial en cada deporte, independientemente de las decisiones que vayan tomando (y menos si los que lo hacen son críos).
-Animar al jugador a esforzarse y mejorar sus propias capacidades o actitudes. Muchas veces esto solo va acompañado de la victoria, y es un gran error. La derrota también es positiva y necesaria para aprender, y en el deporte base, creo que debería ser el último aspecto a tener en cuenta. ¿Para cuándo una competición sin competir, valorando solamente la participación y el propio disfrute?
-Ofrecer alternativas educativas en el manejo emocional de los jugadores. Un mundo tan importante y tan descuidado en el deporte (mundo de las emociones), donde salen a la luz todos nuestros sentimientos (euforia, ira, rabia, tristeza, dolor, alegría, crispación,...), debería ofrecer la posibilidad de aprender de manera correcta y eficaz para poder crecer de forma satisfactoria y sana.
-Aprender a respetar el rol que desempeña cada uno. Los entrenadores deben ser los auténticos líderes de cada equipo, y el resto, debemos ser meros espectadores que animen a los chicos a seguir. No podemos mezclar funciones ni "comernos" determinadas indicaciones, simplemente por no compartirlas o entenderlas.
Obviamente, creo que releyendo todos estos retos estamos ante algo utópico a día de hoy, pero en mi casa siempre me enseñaron a soñar. ¿Y por qué no...?