miércoles, 29 de noviembre de 2017

HABLAMOS DE LOS RECREOS


Sin lugar a dudas, todos los niños tenemos un momento durante las seis horas de clase en el que nos sentimos más cómodos. Hay gente que disfruta muchísimo con la hora de inglés, otros con la de educación física y algunos incluso con la de matemáticas, no, no es broma. Yo he tenido la mala suerte de escoger la hora más corta, sólo media, la del recreo.

Aunque muchas veces se pase volando, existen miles de cosas que podemos hacer en un recreo.

Juegos:
De pequeños siempre andábamos con juegos como:
El pilla pilla, la comba, el león y las cebras (una persona que persigue a los demás para “comérselos”) papás y mamás o juegos que inventábamos y olvidábamos el mismo día. 
A medida que nos íbamos haciendo mayores, aquellos juegos de niños ya nos aburrían y empezaron a interesarnos los juegos con balón:
Ese de marcar “gol” en las piernas de los demás, un juego que creo que se llama “vidas”, en el que había que lanzar el balón a los compañeros para salvarles o eliminarles.

Pero ha habido juegos que durante estas dos etapas siempre han estado presentes y que durante unos meses marcaban “la moda”, sólo se jugaba a ello. Juegos como:
Las canicas, que llegabas al patio y había miles tiradas por los suelos y alcantarillas.
Las peonzas, que no había sitio donde no hubiera alguien rodándolas.
Los cromos, todo el mundo hacía alguna colección.
Unas gomas raras, que nos poníamos como pulseras y las lanzabamos.
Y así una enorme lista.

Ahora, sólo pensamos en dos juegos:
Fútbol y baloncesto.
Casi todos, por no decir todos los niños de la clase, juegan a alguno de estos dos deportes en el recreo. No tiene porque ser el deporte que practicamos de normal, mucha gente de fútbol juega al baloncesto en el recreo y viceversa. Normalmente en fútbol, que es a lo que yo juego, nos dividimos en A y B, en baloncesto creo que hacen nuevos equipos cada día.

Como he dicho no todos jugamos a alguno de estos dos deportes. Hay gente que en los recreos se sienta en un banco y se pone a hablar con sus amigos, otros que lo único que hacen es dar vueltas al patio. Seguro que dentro de nuestro colegio hay mil juegos más pero estos son los únicos que conozco o que recuerdo.

En cuanto a los problemas o conflictos en los recreos, tengo que decir que en este sentido hemos mejorado. Parece que a medida que nos hacemos mayores vamos necesitando menos la figura del profesor vigilante. Cada vez las riñas van yendo a menos hasta que desaparecen.

En primaria, en nuestro colegio, desde hace años emerge la figura del alumno ayudante. Un grupo de alumnos que trata de resolver los conflictos que haya en el patio durante el recreo, van con petos fosforitos para reconocerlos. Esos alumnos quedan un día por semana para prepararse y formarse como alumnos ayudantes.
¿Pero el recreo es necesario? ¿Cuántos debería haber?

Estas dos preguntas son objeto de debate. Como ya sabéis (Si no id al link que os dejo al final) yo en Inglaterra tenía dos recreos. Uno de ellos para almorzar y otro para comer. Los dos me resultaban importantísimos. Desde luego no me importaría tener hora y media de recreo, aquí, en España. Es un momento para descansar, jugar, relajarse y comerse el almuerzo. Yo siempre llevo almuerzo. Mucha gente trae un bocadillo, yo tardaría todo el recreo en comérmelo, así que llevo llevo frutos secos, una fruta, una barrita de sésamo.  

Al principio yo no creía que el almuerzo fuera importante pero tras un año de experiencia en la ESO ya creo que es necesario, o si no, no llego a última hora.
  
Para acabar, me gustaría hablar del recreo a través de los tiempos, de su evolución.
Empezando cuando mis abuelos eran pequeños y pasando por mis tíos y padres.
Vamos a ser educados y empezar por los mayores. Mis abuelos de pequeños fueron a colegios sólo para chicos y sólo para chicas.

Los chicos en el recreo salían al patio, con una gran pared para jugar al fútbol, a pala y a pelota (estos dos últimos deportes vascos) y una parte exterior para jugar al baloncesto, con un par de canastas y a las chapas (carreras) . Las chicas, por otro lado, tenían los pasillos del colegio para jugar a las tabas, la mariquita, el diávolo, la soga…
Su recreo duraba unos 20 minutos.

Y en segundo lugar voy a hablar del recreo en la generación de mis padres y tíos. Juegos como la soga, goma, cromos, fútbol, baloncesto, escondite, cadeneta, canicas, chapas eran los que ocupaban sus 30 minutos de recreo. Era en un patio muy grande con varios campos de fútbol y varias canastas de baloncesto.
Pues esto sería el recreo, ¿Y el tuyo, cómo era?

Una vez que Alejandro ha expuesto su trabajo, voy con mis aportaciones:

El recreo es ese momento del día que todos los que hemos sido alumnos, o lo son en estos momentos, destacamos como el más importante de cada jornada. Un espacio mágico donde podemos descansar, donde almorzamos los “menús” más variopintos jamás imaginados, donde jugamos sin cansarnos a las múltiples opciones que tenemos al alcance y un momento tremendo para conocer más y mejor a la gente con la que convivimos cada día unas cuantas horas. Poco más puedo explicar porque cualquier persona es capaz de narrar cientos de historias y experiencias en el instante más valorado de cada colegio.

Mi pregunta a raíz de la propuesta que ha presentado Alejandro es la siguiente: ¿está bien planteado y aprovechado este momento escolar?

Parto de la base de que es un momento esencial. Que los chicos tengan un momento de descanso hacia la mitad de su jornada es muy necesario. Podríamos valorar si se queda corto el tener solo uno, pero que puedan aprovechar para desconectar y coger energías creo que no es muy discutible.

Mi cuestionamiento llega cuando observo la disposición espacial del terreno que comprende el patio. Y de las limitaciones que esta colocación nos ofrece. Si preguntáramos a cualquier persona sobre los elementos que estaban presentes en sus respectivos patios saldrían porterías de fútbol, canastas de baloncesto y algún elemento deportivo más. Y hoy en día, esa distribución no ha variado mucho.

¿Es una crítica? Sí, claramente. Creo que un patio no debe tener solo esos elementos. Debe ofrecer muchos más espacios para responder a las diferentes necesidades de muchos más alumnos. Por supuesto que deben seguir las famosas porterías (algo tremendamente utilizado, aunque debemos ser conscientes de los tremendos conflictos que surgen), pero creo que al apostar únicamente por lugares deportivos y competitivos, perdemos oportunidades de generar una mejor convivencia o de dar respuesta a un perfil de alumnos que están “perdido” porque no encuentran su sitio.

¿Os imagináis un patio con diferentes rincones? Me explico. Sueño con un lugar que pueda ofrecer:
-Lugar de lectura: para aquellas personas que les apetezca relajarse con un buen libro.
-Almacén con material de juegos: armario o zona del cole que custodien y organicen los alumnos y que puedan acceder en función de los intereses y necesidades. Podría sostenerse a partir de recursos que ya no se utilicen.
-Zona de juego libre: un lugar del patio que puedan situarse chicos y chicas y donde no estén obligados a practicar deportes ya definidos. Un lugar donde puedan organizarse y con una amplitud adecuada (los espacios que quedan “libres” suelen ser los menos agraciados).
-Zona de radio: que mejor oportunidad par un grupo de alumnos que gestionar una “radio” casera que amenice el tiempo de recreo, y que les posibilite aprender sin que ellos se den cuenta.
-Zona de resolución de conflictos: cada vez hay más lugares destinados a este asunto. Los conflictos se dan frecuentemente y el ofrecer un lugar para poder resolverlo, con pautas y con imágenes de ayuda.
-Zona de juegos tradicionales: en cada época del año aparece una divertida “moda” que secuestra el interés de nuestros chicos y qué mejor oportunidad que el patio del cole ofrezca la posibilidad de ofrecer exhibiciones, partidas,…


Esto que acabo de exponer es un reto. Me encantaría que el recreo se convirtiera en un mar de posibilidades que permita cubrir las necesidades y llegar a los intereses de un mayor grupo de alumnos ¿Es posible? Siempre!!! ¿Qué os parece?

jueves, 2 de noviembre de 2017

ALGO DIFERENTE, QUE ES HALLOWEEN!!

Nuestra publicación de esta quincena coincide con un día que está cogiendo mucha fuerza en los contextos escolares y nuestro escrito no ha querido dejarlo pasar por alto. Nuestra tema de hoy es Halloween.

Alejandro quería presentarnos un relato propio de estos días. A mí me ha invitado a hacer otro, pero me ha costado tanto que me he visto incapaz de sacar algo decente para esta entrada, por lo que me he visto obligado a hablar simplemente sobre ello. Os presentamos nuestro trabajo:


EL MONO

El doctor Raulkenstein, se hallaba en su cueva aquel 1 de Noviembre, el cielo oscuro y el sonido de unos temibles relámpagos, sólo empeoraba la situación.

Raulkenstein, Raúl para los amigos, estaba terminando su última creación, que cambiaría el mundo, algo novedoso, espectacular… Un Mono. Pensaréis: ¡Que decepción! Yo también pensaba así, pero ese Mono, con M mayúscula era diferente, especial. Estaba dotado de unas características extraordinarias: Superfuerza, superinteligencia y cronoquinesis (poder para controlar el tiempo). La terrorífica idea de Raúl, era soltar al Mono por la ciudad y que sembrara el terror, hace un mes le habían despedido y la gente lo iba a pagar.

 Llegaba la hora de despertar a la criatura, cambió un par de cables de lugar (el Mono, estaba controlado a través de mecanismos mecánicos), preparó el mando a distancia (que tenía dos botones: “apagar” y “destruir”) y le despertó, de la única forma posible, con una terrorífica canción. Raulkenstein comenzó a cantar y vio como al Mono, se le abrían los ojos, e iba incorporándose. Estaba listo para atacar.

Tras una larga hora de pruebas en la que Raulkenstein comprobó el estado del Mono, decidió soltarle. Le ordenó empezar atacando la parte norte de la ciudad, la gente de allí no tuvo capacidad de reacción y fue tragada por el Mono y convertida en… Gominolas. ¿Sorprendente verdad?, aquella criatura, todo lo que se comía, lo expulsaba al instante en forma de gominolas.

Con la superfuerza, el Mono se impulsaba para ganar en velocidad a sus víctimas, la superinteligencia, le permitía conocer los recorridos posibles y todas las calles y escondites frecuentes y con la cronoquinesis, podía parar el tiempo en caso de que algún valiente policía intentará dispararle. Tenía un diseño perfecto. Raulkenstein, reía, su creación no tenía fallos. Era hora de atacar la parte Sur de la ciudad, Raúl lo ordenó pero el Mono no obedecía, por si acaso pulsó “apagar” pero tampoco, el botón destruir se había quedado enganchado.

El Mono, se estaba comiendo aquello que veía: Edificios, coches… y todo se estaba llenando de gominolas. Raulkenstein, no sabía qué hacer, el Mono estaba destruyendo su ciudad… Pero, si el Mono ya no le obedecía, él también estaba en peligro. Empezó a correr para refugiarse en su cueva.
Ya dentro, empezó a juntar pociones e ingredientes  para lograr una mezcla que durmiera al Mono,: Orejas de sapo, lengua de jabalí y… Le faltaba algo, no podía ser, necesitaba: Una gominola de fresa. 
Era su día de suerte porque hoy, por la ciudad había millones de gominolas y seguro que había alguna de fresa. El sabor dependía del color de lo que el Mono comía y ese día… Tenía que haber mucha gente de rojo por la ciudad.

Tras un buen rato buscando y sólo encontrar gominolas de naranja, limón, coca-cola y pera, Raulkenstein, estaba desesperado.

Su única opción, era tender una trampa al Mono y colocarle alguna cosa roja para que se la  comiera. Buscó por allí y encontró un tomate, ¡perfecto!
La idea era colocar una red, atada a los cuatro edificios más cercanos y  un sistema de poleas que haría elevarse al Mono hasta quedar atrapado, las cuerdas, hechizadas, eran irrompibles y además invisibles. El plan era increíble. Lo preparó todo y esperó a que llegara.

Cuando empezó a oír sus fuertes pisadas, se escondió y dejo aquel tomate en el suelo, el Mono, sorprendentemente hambriento, se acercó y rápidamente Raulkenstein activó el mecanismo. Aún atrapado tenía hambre y se tragó el tomate, empezó a agitarse, a ponerse un poco verde y lo vomitó, el Mono era alérgico al tomate. Raulkenstein sin ideas y sin ninguna esperanza se dejó comer por el Mono.

Al fin y al cabo, ser una chuche, no podía ser tan malo.

Una vez que Alejandro ha compartido su texto (por cierto, el tal Raulkenstein me suena...), voy a hablaros sobre este día.


Soy un usuario activo de Twitter y a lo largo de estos días, me ha llamado especialmente la atención la cantidad de tuits que nos ofrecen las cuentas de muchos de los colegios a los que sigo. ¡Qué cantidad de imágenes y acciones centradas en este día! Esta fiesta se ha apropiado e inundado la vida de los centros y de los más pequeños (y los que no son tanto).

Investigando un poco sobre la tradición de esta fiesta (no sea que algún iluminado me pregunte en clase y meta la pata) y asimilando algunas cuestiones que aparecen en varias de las entradas, me hace cuestionarme cómo una fiesta americana más se incorpora a nuestra rutina cultural. La verdad es que me genera cierta rabia que esto nos suceda continuamente, pero debe ser ley de vida...

Creo que este día es un momento muy atractivo para abordarlo en una clase. Ofrece muchas posibilidades de acción ya que puedes motivar mucho a los alumnos, porque viene acompañado de una decoración diferente, disfraces de todos los gustos, genera buen ambiente al hacer dinámicas diferentes, puedes trabajar la convivencia entre tu grupo de chicos y cantidad de talleres o manualidades que pueden ir complementándolo. Pero mi pregunta es... ¿qué aprenden los chicos al plantear este tema en una clase?

Después de esta pregunta, estoy convencido que saldrían miles de respuestas. Unos respondiendo con una planificación, una programación, contenidos, objetivos, competencias,... Otros argumentando que lo lúdico es importante dentro de un aula, o que "hay que fomentar la cohesión y crear momentos que generen buena convivencia",... Otros posiblemente porque les apetece plantearlo con una clase... Me "saturo" de pensar en los cientos de respuestas que me podría llevar, y ¿sabes lo bueno? Todas son válidas. No pretendo decir que es bueno o malo (estoy yo como para venir a dar lecciones de cómo hacer tal o cual). Simplemente que nos cuestionemos como docentes a qué se deben ciertas acciones dentro de un aula. Seguro que prácticamente todas entran dentro de un marco de aprendizaje, simplemente debemos ser conscientes de lo que hacemos y para qué planteamos eso, y lo más importante, que nuestros alumnos también lo sean.

Volviendo a la fiesta y al tema que quería tratar el "primo" de Raulkenstein (que se me ha ido un poco), me da rabia que las costumbres externas nos coman. Soy consciente que no debemos cerrar los ojos ni considerar que todo lo de fuera es bueno o es malo. Solo que lo pensemos antes de nada. Tenemos cientos de tradiciones propias, con un gran valor histórico elevado, un contexto cultural adecuado y con un gran desconocimiento por parte de los chicos que nos acompañan en nuestras aulas. ¿Tenemos que trabajar las que vienen de fuera? Pues también, pero sin perder de vista ni dejar de valorar lo que tenemos, que puede aportarnos un gran conocimiento.
Posiblemente, de primeras no tendría tanta aceptación entre nuestros alumnos (entiendo que disfrazarse de zombie tiene lo suyo), pero me parece tan vital conocer lo que nos rodean... ¿Os imagináis trabajar en puntos diferentes de España tradiciones culturales como la Feria de Abril, las Fallas o cualquiera de lo que celebramos? ¡Qué bien nos vendría conocer otras realidades con las que convivimos!


Después de divagar un poco y de hacer una reclamación sobre el “producto nacional”, no quería terminar esta publicación sin valorar positivamente la narración de Alejandrenkenstein. Te prometo que lo he intentado, hacer un microrrelato terrorífico (solo me convencía que me personaje de ficción era tan horrible como él), pero estoy falto de inspiración “literaria”. Espero poder encontrarlo de nuevo en los próximos artículos. Buen trabajo, compañero.