Sin lugar a dudas, todos los niños tenemos
un momento durante las seis horas de clase en el que nos sentimos más cómodos.
Hay gente que disfruta muchísimo con la hora de inglés, otros con la de
educación física y algunos incluso con la de matemáticas, no, no es broma. Yo
he tenido la mala suerte de escoger la hora más corta, sólo media, la del
recreo.
Aunque muchas veces se pase volando,
existen miles de cosas que podemos hacer en un recreo.
Juegos:
De pequeños siempre andábamos con juegos
como:
El pilla pilla, la comba, el león y las
cebras (una persona que persigue a los demás para “comérselos”) papás y mamás o
juegos que inventábamos y olvidábamos el mismo día.
A medida que nos íbamos haciendo mayores,
aquellos juegos de niños ya nos aburrían y empezaron a interesarnos los juegos
con balón:
Ese de marcar “gol” en las piernas de los
demás, un juego que creo que se llama “vidas”, en el que había que lanzar el
balón a los compañeros para salvarles o eliminarles.
Pero ha habido juegos que durante estas
dos etapas siempre han estado presentes y que durante unos meses marcaban “la
moda”, sólo se jugaba a ello. Juegos como:
Las canicas, que llegabas al patio y había
miles tiradas por los suelos y alcantarillas.
Las peonzas, que no había sitio donde no
hubiera alguien rodándolas.
Los cromos, todo el mundo hacía alguna
colección.
Unas gomas raras, que nos poníamos como
pulseras y las lanzabamos.
Y así una enorme lista.
Ahora, sólo pensamos en dos juegos:
Fútbol y baloncesto.
Casi todos, por no decir todos los niños
de la clase, juegan a alguno de estos dos deportes en el recreo. No tiene
porque ser el deporte que practicamos de normal, mucha gente de fútbol juega al
baloncesto en el recreo y viceversa. Normalmente en fútbol, que es a lo que yo
juego, nos dividimos en A y B, en baloncesto creo que hacen nuevos equipos cada
día.
Como he dicho no todos jugamos a alguno de
estos dos deportes. Hay gente que en los recreos se sienta en un banco y se
pone a hablar con sus amigos, otros que lo único que hacen es dar vueltas al
patio. Seguro que dentro de nuestro colegio hay mil juegos más pero estos son
los únicos que conozco o que recuerdo.
En cuanto a los problemas o conflictos en
los recreos, tengo que decir que en este sentido hemos mejorado. Parece que a
medida que nos hacemos mayores vamos necesitando menos la figura del profesor
vigilante. Cada vez las riñas van yendo a menos hasta que desaparecen.
En primaria, en nuestro colegio, desde
hace años emerge la figura del alumno ayudante. Un grupo de alumnos que trata
de resolver los conflictos que haya en el patio durante el recreo, van con
petos fosforitos para reconocerlos. Esos alumnos quedan un día por semana para
prepararse y formarse como alumnos ayudantes.
¿Pero el recreo es necesario? ¿Cuántos
debería haber?
Estas dos preguntas son objeto de debate.
Como ya sabéis (Si no id al link que os dejo al final) yo en Inglaterra
tenía dos recreos. Uno de ellos para almorzar y otro para comer. Los dos me
resultaban importantísimos. Desde luego no me importaría tener hora y media de
recreo, aquí, en España. Es un momento para descansar, jugar, relajarse y
comerse el almuerzo. Yo siempre llevo almuerzo. Mucha gente trae un bocadillo,
yo tardaría todo el recreo en comérmelo, así que llevo llevo frutos secos, una
fruta, una barrita de sésamo.
Al principio yo no creía que el almuerzo
fuera importante pero tras un año de experiencia en la ESO ya creo que es
necesario, o si no, no llego a última hora.
Para acabar, me gustaría hablar del recreo
a través de los tiempos, de su evolución.
Empezando cuando mis abuelos eran pequeños
y pasando por mis tíos y padres.
Vamos a ser educados y empezar por los
mayores. Mis abuelos de pequeños fueron a colegios sólo para chicos y sólo para
chicas.
Los chicos en el recreo salían al patio,
con una gran pared para jugar al fútbol, a pala y a pelota (estos dos últimos
deportes vascos) y una parte exterior para jugar al baloncesto, con un par de
canastas y a las chapas (carreras) . Las chicas, por otro lado, tenían los pasillos
del colegio para jugar a las tabas, la mariquita, el diávolo, la soga…
Su recreo duraba unos 20 minutos.
Y en segundo lugar voy a hablar del recreo
en la generación de mis padres y tíos. Juegos como la soga, goma, cromos,
fútbol, baloncesto, escondite, cadeneta, canicas, chapas eran los que ocupaban
sus 30 minutos de recreo. Era en un patio muy grande con varios campos de
fútbol y varias canastas de baloncesto.
Pues esto sería el recreo, ¿Y el tuyo,
cómo era?
Una vez que Alejandro ha expuesto su trabajo, voy con
mis aportaciones:
El recreo es ese momento del día que todos
los que hemos sido alumnos, o lo son en estos momentos, destacamos como el más
importante de cada jornada. Un espacio mágico donde podemos descansar, donde almorzamos
los “menús” más variopintos jamás imaginados, donde jugamos sin cansarnos a las
múltiples opciones que tenemos al alcance y un momento tremendo para conocer más
y mejor a la gente con la que convivimos cada día unas cuantas horas. Poco más
puedo explicar porque cualquier persona es capaz de narrar cientos de historias
y experiencias en el instante más valorado de cada colegio.
Mi pregunta a raíz de la propuesta que ha
presentado Alejandro es la siguiente: ¿está bien planteado y aprovechado este
momento escolar?
Parto de la base de que es un momento
esencial. Que los chicos tengan un momento de descanso hacia la mitad de su
jornada es muy necesario. Podríamos valorar si se queda corto el tener solo
uno, pero que puedan aprovechar para desconectar y coger energías creo que no
es muy discutible.
Mi cuestionamiento llega cuando observo la
disposición espacial del terreno que comprende el patio. Y de las limitaciones que
esta colocación nos ofrece. Si preguntáramos a cualquier persona sobre los
elementos que estaban presentes en sus respectivos patios saldrían porterías de
fútbol, canastas de baloncesto y algún elemento deportivo más. Y hoy en día,
esa distribución no ha variado mucho.
¿Es una crítica? Sí, claramente. Creo que
un patio no debe tener solo esos elementos. Debe ofrecer muchos más espacios
para responder a las diferentes necesidades de muchos más alumnos. Por supuesto
que deben seguir las famosas porterías (algo tremendamente utilizado, aunque
debemos ser conscientes de los tremendos conflictos que surgen), pero creo que
al apostar únicamente por lugares deportivos y competitivos, perdemos
oportunidades de generar una mejor convivencia o de dar respuesta a un perfil
de alumnos que están “perdido” porque no encuentran su sitio.
¿Os imagináis un patio con diferentes
rincones? Me explico. Sueño con un lugar que pueda ofrecer:
-Lugar de lectura: para aquellas personas
que les apetezca relajarse con un buen libro.
-Almacén con material de juegos: armario o
zona del cole que custodien y organicen los alumnos y que puedan acceder en
función de los intereses y necesidades. Podría sostenerse a partir de recursos
que ya no se utilicen.
-Zona de juego libre: un lugar del patio
que puedan situarse chicos y chicas y donde no estén obligados a practicar
deportes ya definidos. Un lugar donde puedan organizarse y con una amplitud
adecuada (los espacios que quedan “libres” suelen ser los menos agraciados).
-Zona de radio: que mejor oportunidad par
un grupo de alumnos que gestionar una “radio” casera que amenice el tiempo de
recreo, y que les posibilite aprender sin que ellos se den cuenta.
-Zona de resolución de conflictos: cada
vez hay más lugares destinados a este asunto. Los conflictos se dan
frecuentemente y el ofrecer un lugar para poder resolverlo, con pautas y con
imágenes de ayuda.
-Zona de juegos tradicionales: en cada
época del año aparece una divertida “moda” que secuestra el interés de nuestros
chicos y qué mejor oportunidad que el patio del cole ofrezca la posibilidad de
ofrecer exhibiciones, partidas,…
Esto que acabo de exponer es un reto. Me
encantaría que el recreo se convirtiera en un mar de posibilidades que permita
cubrir las necesidades y llegar a los intereses de un mayor grupo de alumnos
¿Es posible? Siempre!!! ¿Qué os parece?