Después de un tiempo de ausencia, en el que nuestro pensador ha
vuelto un poco distraído tras su vuelta de las "tierras del Norte" y
mi inspiración desaparece por momentos, volvemos a la carga. Entramos en
la recta final del curso, y nuestro "pensador" ha querido detenerse
en la cantidad de acciones que se realizan fuera del aula a partir de estos dos
meses. Vamos a ver qué opina al respecto:
En mi colegio, cada trimestre, se hace
una excursión: visitar ciudades, actividades deportivas, acampada, parque de
atracciones…
La mayoría de los colegios, también
tienen distintas excursiones a lo largo del curso, bastante parecidas a las
nuestras.
Puede ser un parque de atracciones, o
una granja de animales, que a priori no demuestran ser muy educativos. Pero
siempre vas a acabar aprendiendo algo, aunque sea a perderle el miedo a las
montañas rusas.
Desde mi punto de vista, todas las
salidas son importantes. Te acabas cansando un poco de hacer siempre lo mismo,
con lo cual esto siempre sienta bien. Repetir, es un poco aburrido y te
da la sensación de ser un robot. Todos los martes a la misma hora, lo mismo,
con el mismo profesor… Estas excursiones, nos ayudan a dejar atrás un poco la
rutina diaria. Cambias un poco lo que sueles hacer, a veces un poco monótono,
por una excursión que es todo lo contrario, pura diversión.
Dentro de las excursiones colegiales,
creo que habría que diferenciar entre dos tipos: Excursiones para divertirse y
pasar el día. Y excursiones educativas.
El primer tipo de excursión, es la que
más nos gusta a los niños: una granja, patinaje sobre hielo, la Warner,
esquiar… Aunque igual la excursión no te ayude a aprobar el examen, por lo
menos pasas un buen rato con tus amigos, que también lo necesitamos. El segundo
tipo de excursiones, nos van a ayudar a la comprensión de lo que estudiamos en
clase. Por ejemplo: para historia visitar un museo, para geografía ir a ver la
erosión del mar en los acantilados… Pequeñas excursiones, que nos ayudan a
comprender mejor el tema que estamos dando y además es una forma de aprender a
través del juego.
Este año, vamos a hacer un proyecto
interdisciplinar en el colegio. El proyecto va a ser con una residencia de
ancianos (en una entrada de las próximas os cuento más). Vamos a salir
durante una hora del colegio, para hacer preguntas a las personas de la
residencia. Esta “excursión”, se encontraría dentro del segundo grupo. Es
educativa. Esta gente tiene una ventaja sobre nosotros, enorme: la experiencia.
Pequeñas anécdotas que además de hacernos reír, nos dan información, que seguro
que alguna vez nos va a servir. Aunque sea dentro de un proyecto, el no estar
sentado seis horas en la misma silla, se agradece.
Mucha
gente habla de las excursiones como un día de colegio que sobra. Comprendo su
opinión. Según he oído, piensan que ellos mandan a sus hijos al colegio a
ESTUDIAR, y creen que una excursión de estas no les va a ayudar. Entiendo, que
una excursión no te ayude a sacar mejor nota en matemáticas, pero igual
te ayuda a sacar mejor nota en la vida. Este tipo de cosas te forman como
persona. Además, a mucha gente le sientan bien porque les relajan y llegan más
tranquilos. Se quitan la presión de encima. Yo me incluyo.
Es
mi turno:
Según
avanza el final del curso, los chicos comienzan a recibir diferentes propuestas
sobre acciones fuera del aula. Para muchos, un premio merecido que llevan
esperando bastante tiempo; para otros, un día más, una jornada donde no quieren
saber nada de las diferentes materias y salir de clase por uno o más días.
Alejandro
nos intentaba explicar su visión de alumno acerca de este tema pero sinceramente,
desde mi punto de vista docente (o eso intento), creo que es algo que no
estamos aprovechando al máximo "dentro" de un aula.
Considero
muy necesario salir, pero no solo buscando un sentido lúdico (que también debemos
planificar y fomentar). Debemos salir para "enfrentarnos" a la realidad,
y aprender de los diferentes escenarios que nos proporciona la calle (en su
amplio sentido). Entiendo los posibles miedos o frenos que nos produce dentro
del profesorado el poder ofrecer algo así, y más hoy en día con la cantidad de
variables que debemos tener en cuenta, pero si queremos tener alumnos más
motivados, más centrados en su aprendizaje y más protagonistas de su propio
proceso de crecimiento, que menos que introducirlos en contextos reales.
¿Qué podemos obtener por asomarse al
mundo real? Pues yo creo prácticamente todo lo que busquemos. Podemos
encontrarnos con una atmósfera idónea para trabajar las matemáticas acercándonos
a un supermercado para simular una compra, una auténtica clase de lengua en la
redacción de un periódico local, y miles de ejemplos que podría estar
enumerando hasta asociarlo con algún contenido curricular. También no debemos
olvidar la necesidad de dotar de un espacio lúdico a nuestros alumnos para
mejorar y cuidar la convivencia entre iguales y hacia otros agentes que los
acompañan (profesores). Debería ser obligatorio salir de clase cada poco
tiempo, aunque sea al parque o lugar que tengas enfrente del centro pertinente.
Por supuesto, este ideal que propongo
tiene varios “adversarios” fuertes que nos bloquean: las dificultades
económicas (entradas a lugares específicos, desplazamientos,…) que podría
suponer el poder contar con varios de estos espacios formativos, la detallada
planificación que supondría el poder ofrecer un cronograma de actividades tan
completo, las épocas del año que entorpecen posibles programas de septiembre o
la propia vida colegial y el mayor inconveniente de todos: el riesgo que existe
al salir con tus alumnos fuera de una clase. Que si la autorización, que si
tengo algún jaleo porque no saben estar en un determinado momento, que si
tendré algún problema con alguna familia, que si hay un accidente,… Variables
que no podemos controlar, que desconocemos completamente, pero que nos pesan
muuuuucho a la hora de tomar una decisión de este calibre.
Valorando también el contenido que
hemos decidido abordar en la entrada de hoy, creo que las familias pueden ser
muy valiosas en este campo. Ellos pueden ofrecernos entornos que desconocemos y
que pueden resultar muy interesantes para compartir y tratar en una clase. No
podemos olvidarnos tampoco de las posibles aportaciones (posiblemente las más
interesantes) que nos den nuestros propios alumnos, e incluso, que se
involucren en su organización, planificación, gestión y ejecución (ya existen experiencias
de este tipo en muchos lugares y con unos resultados estupendos).
Para concluir este artículo, tan solo
quería lanzar una invitación a todos aquellos docentes que dudan sobre el salir
de sus clases. Realmente, no tengo un enorme recorrido profesional, pero sí que
considero que es necesario el plantearnos y plantearles estos retos a nuestros
chicos para crecer y ofrecer algo “mejor” o algo que aporte visiones diferentes
de lo que nos ofrecen cuatro paredes.
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